La lectora

Hora de ir a la cama y la bella lectora sonríe, pues llega su momento favorito, ese antes de cerrar sus ojos. Abre su mente para lograr fantasear recostada en su cama, sin luz alguna más que la de su dispositivo móvil.

Se sirve una deliciosa copa de vino tinto, tan solo su ropa interior viste su cuerpo pues ya ha desnudado su mente para sumergirse en la casa del deseo… mi humilde morada, aquella donde todo es posible y permitido.

¿Qué te apetece leer esta noche?, adelante, sabes que siempre tengo algo especial para ti, hazme saber con qué texto puedo deleitarte esta noche mi fiel y fantástica lectora. A partir de este momento puedes ser tu misma, sacia tus deseos, sabes que soy tu cómplice, tus caprichos son mi deleite y por ellos siempre me esmero en seducir tu mente.

Sabe que al entrar en mis aposentos nadie puede molestarla o juzgarla, ese pequeño y dulce secreto jamás será conocido por otros, pues en este lugar ella es libre y actúa a su antojo. Aquí su boca no será la única que va a humedecerse esta noche, no va a necesitar soñar con los ojos cerrados, pues cada línea de los escritos que decida leer la transportará a un mundo diferente, donde no existen límites.

Cohibirse con mis letras no está en sus planes, por el contrario, su exquisita apetencia abre la puerta a infinidad de sensaciones que recorren cada rincón de su cuerpo. Cada noche su apetito literario desea degustar codiciosamente emociones diversas, algunas románticas, algunas con matices de nostalgia y otras perversas.

No necesita una portada para querer sumergirse en cada escrito, solo espera la señal adecuada de mi boca para sentirse seducida por indagar y dejarse sorprender cada noche. Aunque mi cuerpo no se encuentre en su habitación, mi existencia la cautiva e imagina la fragancia de mi piel en la tinta que recrea cada historia, lee en su mente con mi voz, deseando que fuera yo quien le narrara con lujo de detalles mientras susurro a su oído.

¡No te detengas!, esas son las palabras que ella desea escuchar ocasionalmente cuando sus manos inquietas comienzan a acariciar algunas zonas erógenas de su cuerpo mientras su lectura es complaciente. Quizá ese es el agradecimiento perfecto que el escritor desearía causar en ciertos momentos.

¿Qué anhelas de mis escritos querida lectora? ¿Frenesí, vehemencia, locura, pasión, deseo o a lo mejor algo más sereno y sosiego? No importa cuál sea tu elección, siempre tendré lo indicado para ti y estaré esperando nuestro próximo encuentro.

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